SÍNDROME DE ASPERGER O TEA DE ALTO RENDIMIENTO

 Síndrome de Asperger: una forma de autismo de alto funcionamiento


DEFINICIÓN:

El síndrome de Asperger (SA) es un trastorno del desarrollo que afecta la forma en que las personas se comunican e interactúan con los demás. El SA se considera una forma de autismo de alto funcionamiento, lo que significa que las personas con este trastorno tienen un nivel de inteligencia normal o superior, pero presentan dificultades en las habilidades sociales, la empatía, la comunicación no verbal y la flexibilidad.

 CLASIFICACIÓN:

El SA fue descrito por primera vez en 1944 por el pediatra austriaco Hans Asperger, quien observó que algunos de sus pacientes tenían un comportamiento peculiar, una gran habilidad para los intereses específicos y una falta de comprensión de las normas sociales. Sin embargo, el SA no fue reconocido oficialmente como un diagnóstico hasta 1994, cuando se incluyó en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV) de la Asociación Americana de Psiquiatría.

En el DSM-IV, el SA se clasificaba como un trastorno generalizado del desarrollo (TGD), junto con otros trastornos del espectro autista (TEA), como el autismo clásico, el trastorno desintegrativo infantil y el trastorno generalizado del desarrollo no especificado. Sin embargo, en el DSM-5, publicado en 2013, el SA se eliminó como un diagnóstico separado y se integró dentro de los TEA, bajo el criterio de "trastorno del espectro autista sin discapacidad intelectual asociada y con nivel de lenguaje funcional".

Esta decisión se basó en la evidencia de que el SA no se diferenciaba claramente del autismo de alto funcionamiento en términos de características clínicas, genéticas, neurológicas y de resultados. Además, se argumentó que el SA era un diagnóstico inconsistente y poco fiable, que variaba según los criterios y los instrumentos utilizados, y que generaba confusión y estigma en las personas afectadas y sus familias.

No obstante, el SA sigue siendo un concepto útil para describir a las personas que tienen un perfil cognitivo y conductual específico, que se caracteriza por una inteligencia normal o superior, una buena capacidad lingüística, una memoria excepcional, una atención al detalle, una pasión por los temas de interés restringido y una dificultad para comprender las emociones, las intenciones y los sentimientos de los demás. Por ello, algunos profesionales y organizaciones siguen utilizando el término SA para referirse a este grupo de personas, aunque no sea un diagnóstico oficial.

CUADRO CLÍNICO:

Las personas con SA presentan una serie de rasgos y comportamientos que pueden variar en intensidad y manifestación según la edad, el género, el nivel de desarrollo y el contexto. Algunos de los signos y síntomas más comunes son los siguientes:

- Dificultad para establecer y mantener relaciones sociales con personas de su misma edad o de diferente edad. Las personas con SA pueden parecer distantes, aisladas, indiferentes o egocéntricas, y pueden tener problemas para iniciar, mantener o finalizar conversaciones, compartir intereses o actividades, hacer amigos o mostrar afecto.

- Dificultad para comprender y expresar emociones propias y ajenas. Las personas con SA pueden tener dificultades para reconocer, nombrar, regular y comunicar sus propios sentimientos, así como para identificar, interpretar y responder adecuadamente a los sentimientos de los demás. Esto puede provocar que se muestren fríos, insensibles, inapropiados o desafiantes, y que tengan conflictos o malentendidos con frecuencia.

- Dificultad para captar y utilizar las señales no verbales de la comunicación, como el contacto visual, la expresión facial, el tono de voz, el lenguaje corporal y los gestos.

 Las personas con SA pueden tener problemas para mirar a los ojos, sonreír, asentir, gesticular o modular la voz, lo que puede hacer que su comunicación sea monótona, literal, pedante o confusa.

- Dificultad para adaptarse a los cambios, las novedades y las situaciones imprevistas. Las personas con SA suelen tener una gran necesidad de rutina, orden y previsibilidad, y pueden mostrar una fuerte resistencia o ansiedad ante cualquier alteración de sus planes, horarios o hábitos.

 También pueden tener problemas para afrontar la ambigüedad, la incertidumbre y la complejidad, y preferir las reglas, las normas y las estructuras claras y fijas.

- Interés intenso y obsesivo por uno o varios temas específicos, que suelen ser poco comunes, abstractos o complejos, como la astronomía, la historia, la música, la informática o los animales. Las personas con SA pueden dedicar mucho tiempo y energía a aprender y hablar sobre sus temas de interés, sin tener en cuenta la relevancia, la oportunidad o el interés de los demás. También pueden mostrar una gran habilidad o talento para sus temas de interés, y destacar en áreas como la memoria, el razonamiento, el cálculo o la creatividad.

- Problemas de coordinación motora, equilibrio y percepción espacial. Las personas con SA pueden tener dificultades para realizar actividades que requieren destreza, agilidad o precisión, como atarse los zapatos, abrocharse los botones, montar en bicicleta, practicar deportes o bailar. También pueden tener problemas para orientarse, ubicarse o desplazarse en el espacio, y para estimar distancias, tamaños o velocidades.

- Sensibilidad o insensibilidad sensorial. Las personas con SA pueden reaccionar de forma exagerada o indiferente a los estímulos sensoriales, como los sonidos, las luces, los olores, los sabores o las texturas. Esto puede provocar que se sientan abrumados, irritados, asustados o molestos por algunos estímulos, o que busquen o ignoren otros estímulos.

 También pueden tener preferencias o aversiones específicas por ciertos alimentos, prendas de vestir, objetos o ambientes.

 EPIDEMIOLOGÍA:

La prevalencia del SA es difícil de estimar, debido a la falta de criterios diagnósticos uniformes, la variabilidad de los instrumentos de evaluación, la escasez de estudios epidemiológicos y la posible confusión con otros trastornos del espectro autista. Sin embargo, se calcula que el SA afecta a entre el 0,03% y el 0,36% de la población general, lo que equivale a entre 3 y 36 casos por cada 10.000 habitantes.

El SA se presenta en todas las culturas, razas y clases sociales, aunque se ha observado una mayor incidencia en los países occidentales, especialmente en Europa y Norteamérica. El SA también parece ser más frecuente en los hombres que en las mujeres, con una proporción de entre 3:1 y 9:1, según los estudios. Sin embargo, esta diferencia de género podría deberse a un sesgo de detección, ya que las mujeres con SA podrían pasar más desapercibidas o ser mal diagnosticadas, debido a que suelen tener una mejor capacidad de imitación, adaptación y camuflaje social que los hombres.

El SA suele manifestarse desde la infancia, aunque puede pasar inadvertido o ser diagnosticado tardíamente, debido a que las personas con este trastorno suelen tener un desarrollo cognitivo y lingüístico normal o avanzado, y no presentan retrasos o alteraciones evidentes en su aprendizaje o comportamiento. Sin embargo, el SA puede causar dificultades significativas en la vida diaria, escolar, laboral y social de las personas afectadas, así como en su autoestima, bienestar y salud mental.

DIAGNÓSTICO:

El diagnóstico del SA se basa en la evaluación clínica de las características y el funcionamiento de la persona, mediante la observación directa, la entrevista, los cuestionarios y las pruebas psicológicas. No existe una prueba específica o definitiva para el SA, sino que se utiliza un conjunto de criterios e instrumentos que pueden vari

El diagnóstico del SA se basa en la evaluación clínica de las características y el funcionamiento de la persona, mediante la observación directa, la entrevista, los cuestionarios y las pruebas psicológicas. No existe una prueba específica o definitiva para el SA, sino que se utiliza un conjunto de criterios e instrumentos que pueden variar según el profesional, el contexto y el momento.

Los criterios más utilizados para el diagnóstico del SA son los del DSM-IV, que establecen que la persona debe presentar:

- Un deterioro cualitativo de la interacción social, manifestado por al menos dos de los siguientes aspectos:

    - Dificultad para utilizar las conductas no verbales, como el contacto visual, la expresión facial, el lenguaje corporal y los gestos, para regular la interacción social.

    - Fracaso para desarrollar relaciones con sus compañeros apropiadas al nivel de desarrollo.

    - Ausencia de la tendencia espontánea a compartir con otras personas disfrutes, intereses y objetivos.

   - Falta de reciprocidad social o emocional.

- Patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidos, repetitivos y estereotipados, manifestados por al menos uno de los siguientes aspectos:

    - Preocupación absorbente por uno o más patrones estereotipados y restrictivos de interés, que resultan anormales por su intensidad o por su foco de atención.

   - Adhesión aparentemente inflexible a rutinas o rituales específicos, no funcionales.

    - Movimientos motores estereotipados y repetitivos, como el aleteo o el retorcerse de manos o dedos, o movimientos complejos de todo el cuerpo.

  - Preocupación persistente por partes de objetos.

- No hay retraso clínicamente significativo del lenguaje, como por ejemplo, el uso de palabras sueltas a los 2 años, de frases comunicativas a los 3 años.

- No hay retraso clínicamente significativo del desarrollo cognitivo o de las habilidades de autoayuda apropiadas a la edad, del comportamiento adaptativo (excepto en la interacción social) y de la curiosidad por el ambiente en la infancia.

- No cumple los criterios de otro trastorno generalizado del desarrollo o de esquizofrenia.

Algunos de los instrumentos más utilizados para la evaluación del SA son:

- La Escala de Asperger (AS), que es una escala de autoinforme que mide los rasgos característicos del SA en adultos, como la dificultad para la interacción social, la comunicación no verbal, la empatía, la flexibilidad y la imaginación.

- El Cuestionario de Espectro Autista (AQ), que es un cuestionario de autoinforme o heteroinforme que evalúa la presencia y la severidad de los síntomas del espectro autista en niños, adolescentes y adultos, como la atención al detalle, la comunicación, la imaginación, la tolerancia al cambio y las habilidades sociales.

- El Test de la Mirada (RMET), que es una prueba que mide la capacidad para reconocer las emociones e intenciones de los demás a partir de la expresión de los ojos, como un indicador de la teoría de la mente o la empatía.

- El Test de Falsas Creencias (FBT), que es una prueba que evalúa la capacidad para comprender que los demás pueden tener creencias distintas a las propias, y que estas creencias pueden influir en su comportamiento, como otro indicador de la teoría de la mente o la empatía.

- El Test de Coeficiente Intelectual (IQ), que es una prueba que mide el nivel de inteligencia o capacidad cognitiva de la persona, como un factor que puede influir en el diagnóstico y el pronóstico del SA.

 TRATAMIENTO:

El tratamiento del SA tiene como objetivo mejorar la calidad de vida, el bienestar y la integración social de las personas afectadas, así como reducir los síntomas y las dificultades asociadas al trastorno. No existe un tratamiento único o estándar para el SA, sino que se debe adaptar a las necesidades, características y preferencias de cada persona y de su entorno.

El tratamiento del SA suele ser multidisciplinar e integrar diferentes modalidades e intervenciones, como:

- La psicoterapia, que es un proceso de ayuda profesional que busca facilitar el autoconocimiento, la aceptación, el cambio y el crecimiento personal de la persona con SA, mediante el uso de técnicas psicológicas, como la entrevista, el diálogo, la observación, el feedback, el refuerzo, el modelado, el entrenamiento, el juego, el rol-playing, etc. La psicoterapia puede ser individual, grupal o familiar, según el caso y el objetivo.

- La educación especial, que es un conjunto de medidas y recursos educativos que buscan favorecer el desarrollo y el aprendizaje de la persona con SA, mediante la adaptación del currículo, la metodología, la evaluación, el material, el espacio y el tiempo, así como la provisión de apoyos, orientaciones y asesoramiento al alumnado, al profesorado y a las familias. La educación especial puede ser impartida en centros ordinarios, con o sin aulas específicas, o en centros especiales, según el nivel de necesidad y de inclusión.

- La terapia ocupacional, que es una disciplina que busca mejorar la autonomía, la funcionalidad y la participación de la persona con SA, mediante la valoración, el entrenamiento y la adaptación de las actividades de la vida diaria, como el autocuidado, el ocio, el trabajo, etc. La terapia ocupacional puede realizarse en diferentes contextos, como el domicilio, la escuela, el centro de salud, el taller, etc.

- La fisioterapia, que es una disciplina que busca mejorar la salud, el movimiento y la postura de la persona con SA, mediante la aplicación de agentes físicos, como el calor, el frío, la electricidad, el agua, el aire, etc., y de técnicas manuales, como el masaje, la movilización, la estiramiento, etc. La fisioterapia puede ayudar a prevenir o tratar problemas de coordinación motora, equilibrio, percepción espacial, etc.

- La logopedia, que es una disciplina que busca mejorar la comunicación, el lenguaje y el habla de la persona con SA, mediante la evaluación, el diagnóstico, la prevención y el tratamiento de los trastornos o dificultades que puedan afectar a estos aspectos, como la dislexia, la dislalia, la disfemia, etc. La logopedia puede realizarse de forma individual o grupal, y puede incluir el uso de sistemas alternativos o aumentativos de comunicación, como los pictogramas, los gestos, los dispositivos electrónicos, etc.

- La medicación, que es el uso de fármacos que buscan aliviar o controlar algunos de los síntomas o problemas asociados al SA, como la ansiedad, la depresión, la hiperactividad, la impulsividad, la agresividad, el insomnio, etc. La medicación debe ser prescrita, supervisada y ajustada por un médico, y debe combinarse con otras intervenciones no farmacológicas, como la psicoterapia, la educación especial, etc. Los fármacos más utilizados para el tratamiento del SA son los antidepresivos, los ansiolíticos, los estimulantes y los antipsicóticos.

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