LA LEPTOSPIROSIS

 Leptospirosis: una zoonosis de importancia global

 DEFINICIÓN:

La leptospirosis es una enfermedad infecciosa causada por bacterias del género *Leptospira*, que afecta tanto a animales como a humanos. Se transmite por contacto directo o indirecto con la orina de animales infectados, especialmente roedores. La leptospirosis puede provocar síntomas variados, desde formas leves similares a la gripe hasta formas graves que comprometen órganos vitales como el hígado, los riñones o el sistema nervioso. La leptospirosis es una enfermedad de notificación obligatoria en muchos países y representa un problema de salud pública en regiones tropicales y subtropicales, donde las condiciones ambientales y socioeconómicas favorecen su propagación.

 ETIOLOGÍA:

Las bacterias del género *Leptospira* pertenecen a la familia *Spirochaetaceae* y se caracterizan por tener una forma helicoidal y un movimiento rotatorio. Existen más de 200 serovares de *Leptospira*, que se agrupan en 20 serogrupos según su antigenicidad. Los serovares más frecuentes en humanos son *icterohaemorrhagiae*, *canicola*, *grippotyphosa*, *pomona* y *hardjo*. Los animales actúan como reservorios de las leptospiras, que se multiplican en sus riñones y se eliminan por la orina. Los humanos se infectan al entrar en contacto con la orina o los tejidos de los animales infectados, o con el agua o el suelo contaminados. La vía de entrada más común es la piel, especialmente si está lesionada, pero también puede ser la mucosa oral, nasal o conjuntival. La leptospira puede atravesar la barrera placentaria y causar abortos o malformaciones en el feto.

 CLASIFICACIÓN:

La leptospirosis se puede clasificar según su forma clínica, su gravedad o su evolución. Según su forma clínica, se distinguen dos fases: la fase leptospirémica y la fase inmune. La fase leptospirémica se produce en los primeros días de la infección, cuando las leptospiras se diseminan por la sangre y los tejidos. Los síntomas son inespecíficos y pueden incluir fiebre, escalofríos, cefalea, mialgias, artralgias, conjuntivitis, erupción cutánea, linfadenopatía o esplenomegalia. La fase inmune se produce cuando el sistema inmunitario reacciona contra las leptospiras y sus productos, generando una respuesta inflamatoria que puede dañar los órganos afectados. Los síntomas son más severos y pueden incluir ictericia, hemorragias, insuficiencia renal, insuficiencia hepática, meningitis, miocarditis, neumonía o uveítis. Según su gravedad, se distinguen tres formas: la forma anictérica, la forma ictérica y la forma fulminante. La forma anictérica es la más frecuente y se caracteriza por una evolución benigna y autolimitada, sin complicaciones. La forma ictérica es menos frecuente y se caracteriza por la presencia de ictericia y signos de insuficiencia hepática, renal o hemorrágica. La forma fulminante es la más grave y se caracteriza por una evolución rápida y fatal, con shock, coagulación intravascular diseminada, insuficiencia multiorgánica y muerte. Según su evolución, se distinguen dos tipos: la leptospirosis aguda y la leptospirosis crónica. La leptospirosis aguda es la más común y se caracteriza por una duración de los síntomas de menos de tres meses, con resolución espontánea o tras tratamiento. La leptospirosis crónica es menos común y se caracteriza por una duración de los síntomas de más de tres meses, con persistencia de las leptospiras en el organismo, especialmente en el riñón. Los síntomas pueden ser recurrentes o intermitentes, y pueden incluir nefritis, uveítis, artritis o endocarditis.

 EPIDEMIOLOGÍA:

La leptospirosis es una zoonosis de distribución mundial, con una mayor incidencia en regiones tropicales y subtropicales, donde las condiciones climáticas, ambientales y socioeconómicas favorecen la exposición a las leptospiras. Se estima que cada año se producen entre 0.1 y 1.0 millones de casos de leptospirosis humana, con una mortalidad de entre 5 y 25%. Los factores de riesgo para adquirir la leptospirosis incluyen la ocupación, el ocio, el hábitat y la presencia de brotes epidémicos. Los grupos ocupacionales más expuestos son los agricultores, los ganaderos, los veterinarios, los trabajadores de mataderos, los pescadores, los mineros, los militares, los bomberos y los trabajadores de saneamiento. Las actividades de ocio que implican el contacto con agua dulce, como el baño, el canotaje, el rafting, el kayak, el surf o el triatlón, también aumentan el riesgo de infección. El hábitat rural o periurbano, con una mayor presencia de roedores y otros animales domésticos o silvestres, también es un factor de riesgo. Los brotes epidémicos de leptospirosis se asocian a eventos climáticos extremos, como lluvias torrenciales, inundaciones o huracanes, que favorecen la contaminación del agua y el suelo con la orina de los animales infectados.

 DIAGNÓSTICO:

El diagnóstico de la leptospirosis se basa en la sospecha clínica, la epidemiología y las pruebas de laboratorio. La sospecha clínica se debe tener en cuenta ante un paciente con síntomas febriles, inespecíficos o severos, que haya estado expuesto a posibles fuentes de infección. La epidemiología se debe considerar para evaluar el riesgo de leptospirosis según la zona geográfica, la estación del año, la ocupación, el ocio y la presencia de brotes epidémicos. Las pruebas de laboratorio se pueden dividir en dos tipos: las que detectan la presencia de las leptospiras o sus productos, y las que detectan la respuesta inmunitaria del huésped. Las pruebas que detectan la presencia de las leptospiras o sus productos incluyen el cultivo, la microscopía, la PCR y el ELISA. El cultivo es el método de referencia, pero tiene una baja sensibilidad, una larga duración y un alto riesgo de contaminación. La microscopía consiste en la observación directa de las leptospiras en muestras de sangre, orina, líquido cefalorraquídeo o tejidos, mediante técnicas de tinción o de campo oscuro. La PCR es una técnica molecular que amplifica el ADN de las leptospiras, con una alta sensibilidad y especificidad, pero que requiere un equipamiento especializado y personal entrenado. El ELISA es una técnica inmunoenzimática que detecta antígenos de las leptospiras, con una buena sensibilidad y especificidad, pero que puede dar resultados falsos positivos o negativos. Las pruebas que detectan la respuesta inmunitaria del huésped incluyen la aglutinación microscópica, la hemaglutinación, la inmunofluorescencia y el inmunoblot. La aglutinación microscópica es el método serológico de referencia, que detecta anticuerpos específicos contra los serovares de las leptospiras, con una alta sensibilidad y especificidad, pero que requiere un panel de antígenos y una interpretación experta. La hemaglutinación es una técnica más simple y rápida que la aglutinación microscópica, pero tiene una menor sensibilidad y especificidad, y puede dar reacciones cruzadas con otras infecciones. La inmunofluorescencia es una técnica que detecta anticuerpos en muestras de suero, orina o líquido cefalorraquídeo, mediante el uso de anticuerpos marcados con fluorocromos, con una buena sensibilidad y especificidad, pero que requiere un microscopio de fluorescencia y una lectura subjetiva. El inmunoblot es una técnica que detecta anticuerpos contra proteínas de las leptospiras, con una alta especificidad, pero que requiere un equipamiento sofisticado y una alta cantidad de muestra.

El diagnóstico de la leptospirosis requiere una combinación de criterios clínicos, epidemiológicos y de laboratorio, que pueden variar según el contexto y la disponibilidad de recursos. Se recomienda confirmar el diagnóstico mediante pruebas serológicas, preferiblemente la aglutinación microscópica, y complementarlas con pruebas que detecten la presencia de las leptospiras o sus productos, especialmente la PCR, en las fases iniciales de la infección.


TRATAMIENTO:

El tratamiento de la leptospirosis se basa en el uso de antibióticos, el manejo de las complicaciones y la prevención de la transmisión. El uso de antibióticos está indicado en todos los casos de leptospirosis, preferiblemente en las fases iniciales de la infección, para eliminar las leptospiras, reducir la duración y la gravedad de los síntomas, y prevenir las secuelas y la cronicidad. Los antibióticos más efectivos son la penicilina, la doxiciclina, la ampicilina, la amoxicilina, la eritromicina y la ceftriaxona. La duración del tratamiento varía según la forma clínica y la gravedad de la enfermedad, desde 5 a 7 días para las formas leves o moderadas, hasta 10 a 14 días para las formas graves o complicadas. El manejo de las complicaciones se debe realizar según los protocolos establecidos para cada una de ellas, con especial atención a la hidratación, la corrección de los trastornos hidroelectrolíticos y ácido-base, el soporte ventilatorio, el control de las hemorragias, el tratamiento de la insuficiencia renal, la insuficiencia hepática, la meningitis, la miocarditis, la neumonía o la uveítis. La prevención de la transmisión se debe realizar mediante el aislamiento de los pacientes, el uso de medidas de protección personal, la desinfección de las superficies y los objetos contaminados, y la notificación de los casos a las autoridades sanitarias.

 PREVENCIÓN:

La prevención de la leptospirosis se basa en el control de los reservorios animales, la reducción de la exposición humana y la inmunización activa o pasiva. El control de los reservorios animales se debe realizar mediante el control de la población de roedores, la vacunación de los animales domésticos o de producción, el diagnóstico y el tratamiento de los animales infectados, y la eliminación de los cadáveres de los animales muertos. La reducción de la exposición humana se debe realizar mediante la mejora de las condiciones ambientales y socioeconómicas, la educación sanitaria, el uso de medidas de protección personal, la higiene personal y la limpieza de las heridas. La inmunización activa o pasiva se debe realizar mediante la vacunación de los grupos de riesgo, la administración de inmunoglobulinas o la profilaxis con antibióticos. La vacunación se puede realizar con vacunas de células enteras o de subunidades, que confieren una protección específica contra los serovares incluidos en la vacuna, pero que tienen una duración limitada y pueden causar reacciones adversas. La administración de inmunoglobulinas se puede realizar en casos de exposición accidental o de alto riesgo, pero tiene una eficacia limitada y un costo elevado. La profilaxis con antibióticos se puede realizar en casos de brotes epidémicos o de viajes a zonas endémicas, pero tiene una eficacia variable y puede generar resistencias bacterianas.

La leptospirosis es una enfermedad infecciosa que representa un desafío para la salud pública, debido a su amplia distribución, su diversidad clínica, su diagnóstico complejo, su tratamiento específico y su prevención difícil. Se requiere una mayor concienciación, una mejor vigilancia, una mayor investigación y una mayor cooperación para enfrentar esta zoonosis de importancia global.

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