SABES QUÉ ES LA INSUFICIENCIA CARDÍACA?


 Insuficiencia cardíaca: conceptos generales y manejo clínico

Definición:

La insuficiencia cardíaca (IC) es un síndrome clínico que se caracteriza por la incapacidad del corazón de bombear suficiente sangre para satisfacer las demandas metabólicas de los tejidos. La IC puede ser causada por diversas enfermedades que afectan al miocardio, las válvulas, el pericardio, las arterias coronarias o el sistema nervioso autónomo.

Clasificación:

La IC se puede clasificar según diferentes criterios, como el tiempo de evolución, la fracción de eyección, el lado afectado o el mecanismo fisiopatológico. Algunas de las clasificaciones más utilizadas son:

Según el tiempo de evolución: 

Se distingue entre IC aguda, que se presenta con síntomas y signos de descompensación hemodinámica en horas o días, e IC crónica, que se caracteriza por una adaptación del organismo a la disfunción ventricular a lo largo de meses o años.

Según la fracción de eyección:

Se distingue entre IC con fracción de eyección reducida (ICFER), que se define como una fracción de eyección del ventrículo izquierdo (FEVI) menor o igual al 40%, e IC con fracción de eyección preservada (ICFEP), que se define como una FEVI mayor o igual al 50%. Entre ambos extremos, existe una zona gris denominada IC con fracción de eyección intermedia (ICFEI), que se define como una FEVI entre el 41% y el 49%.

Según el lado afectado: 

Se distingue entre IC izquierda, que se manifiesta con síntomas y signos de congestión pulmonar, e IC derecha, que se manifiesta con síntomas y signos de congestión sistémica. La IC puede ser biventricular cuando afecta a ambos lados del corazón.

Según el mecanismo fisiopatológico: 

Se distingue entre IC sistólica, que se debe a una alteración de la contracción del miocardio, e IC diastólica, que se debe a una alteración de la relajación o el llenado del miocardio. La IC puede ser mixta cuando coexisten ambos mecanismos.

Cuadro clínico:

Los síntomas y signos de la IC dependen del tipo, la gravedad y la causa de la misma. Los síntomas más frecuentes son la disnea, la fatiga, la ortopnea, la disnea paroxística nocturna, la tos, la sibilancia, el edema periférico, la anorexia, la náusea, el dolor abdominal, la oliguria, la nocturia y la confusión.

 Los signos más comunes son la taquicardia, la taquipnea, la hipotensión o la hipertensión, la cianosis, la palidez, el sudor frío, el pulso alternante, el reflujo hepatoyugular, el tercer o cuarto ruido cardíaco, el soplo de insuficiencia mitral o tricuspídea, el desdoblamiento paradójico del segundo ruido cardíaco, el estertor crepitante pulmonar, el derrame pleural, el hepatomegalia, el esplenomegalia, el ascitis y el edema sacro o escrotal.

¿Cuáles son los factores de riesgo de la insuficiencia cardíaca?

Los factores de riesgo de la insuficiencia cardíaca son aquellos que aumentan la posibilidad de que el corazón se dañe o se debilite, lo que impide que pueda bombear la sangre adecuadamente. Algunos de los factores de riesgo más importantes son:

La enfermedad arterial coronaria (EAC), que es el estrechamiento o la obstrucción de las arterias que irrigan el corazón, lo que puede provocar isquemia o infarto del miocardio .

La hipertensión arterial, que es el aumento de la presión que ejerce la sangre sobre las paredes de las arterias, lo que puede sobrecargar el corazón y dañar sus músculos y válvulas .

La diabetes, que es el aumento de los niveles de glucosa en la sangre, lo que puede afectar al corazón y a los vasos sanguíneos, así como a otros órganos como los riñones.

El tabaquismo, que es el consumo de tabaco, lo que puede aumentar el riesgo de EAC, de arritmias y de trombosis.

El alcoholismo, que es el consumo excesivo de alcohol, lo que puede debilitar el músculo cardíaco y causar miocardiopatía alcohólica.

La obesidad, que es el exceso de peso corporal, lo que puede aumentar la presión arterial, el colesterol y la resistencia a la insulina, así como favorecer la aparición de apnea del sueño.

El sedentarismo, que es la falta de actividad física, lo que puede contribuir al aumento de peso, a la hipertensión y a la diabetes.

El estrés, que es la respuesta del organismo ante situaciones que generan tensión o ansiedad, lo que puede elevar la frecuencia cardíaca y la presión arterial, así como alterar el sueño y el estado de ánimo.

Además de estos factores de riesgo modificables, existen otros que no se pueden cambiar, como la edad, el sexo, la raza, la genética y los antecedentes familiares. Estos factores pueden influir en la susceptibilidad o la resistencia a la IC, así como en la respuesta al tratamiento.

Diagnóstico:

El diagnóstico de la IC se basa en la historia clínica, el examen físico, los estudios de laboratorio y las pruebas de imagen. Algunas de las pruebas más relevantes son:

Electrocardiograma (ECG): 

Puede mostrar signos de hipertrofia ventricular, isquemia o infarto miocárdico, arritmias, bloqueos de rama, alteraciones de la repolarización o intervalo PR.

Radiografía de tórax: 

Puede mostrar signos de cardiomegalia, redistribución vascular, edema intersticial o alveolar, derrame pleural, calcificación valvular o pericárdica o aneurisma ventricular.

Ecocardiograma:

 Es la prueba de imagen más útil para evaluar la estructura y la función cardíaca, así como para medir la FEVI, la presión arterial pulmonar, el tamaño y la forma de las cavidades, el grosor y la movilidad del miocardio, la integridad y la función de las válvulas, la presencia de trombos o vegetaciones y la existencia de derrame pericárdico.

Biomarcadores:

 Los más utilizados son el péptido natriurético cerebral (BNP) y el NT-proBNP, que se elevan en la IC y se correlacionan con la gravedad y el pronóstico de la misma. También se pueden medir otros biomarcadores como la troponina, la creatinina, el sodio, el potasio, el hemoglobina, el albúmina, el colesterol, el ácido úrico, la proteína C reactiva, el interleucina-6 y el TNF-alfa.

Tratamiento:

El tratamiento de la IC tiene como objetivos aliviar los síntomas, mejorar la calidad de vida, prevenir las complicaciones, reducir las hospitalizaciones y prolongar la supervivencia. El tratamiento se basa en cuatro pilares: el tratamiento no farmacológico, el tratamiento farmacológico, el tratamiento intervencionista y el tratamiento paliativo.

Tratamiento no farmacológico:

 Consiste en la educación del paciente y la familia, la modificación de los hábitos de vida, el control de los factores de riesgo, el seguimiento clínico y el autocuidado. Entre las medidas recomendadas se encuentran la restricción de sal y líquidos, la pérdida de peso, el ejercicio físico moderado, el abandono del tabaco y el alcohol, el control de la presión arterial, la glucemia y el colesterol, la vacunación contra la gripe y el neumococo, el uso de medias de compresión y el registro diario del peso y los síntomas.

Tratamiento farmacológico:

 Consiste en la administración de medicamentos que actúan sobre los mecanismos fisiopatológicos de la IC, como el sistema renina-angiotensina-aldosterona, el sistema nervioso simpático, el sistema natriurético, el sistema inflamatorio y el sistema oxidativo. Entre los fármacos más utilizados se encuentran los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA), los bloqueadores de los receptores de angiotensina II (ARA-II), los antagonistas de la aldosterona, los betabloqueantes, los diuréticos, los vasodilatadores, los digitálicos, los inhibidores de la neprilisina y los agonistas de los receptores de péptidos natriuréticos.

Tratamiento intervencionista: 

Consiste en la realización de procedimientos que buscan corregir o mejorar la causa o la consecuencia de la IC, como la revascularización miocárdica, la valvuloplastia o el reemplazo valvular, la ablación de arritmias, la implantación de dispositivos de asistencia ventricular, la resincronización cardíaca, la desfibrilación automática, la denervación renal o el trasplante cardíaco.

Tratamiento paliativo: 

Consiste en la atención integral al paciente con IC terminal, que tiene una expectativa de vida menor a 6 meses, que no responde al tratamiento óptimo o que rechaza las intervenciones invasivas. El objetivo es aliviar el sufrimiento físico, psicológico, social y espiritual, respetar la autonomía y la dignidad del paciente, facilitar la toma de decisiones y el afrontamiento de la muerte, y brindar apoyo a la familia y los cuidadores.

Prevención:

La prevención de la IC se basa en la identificación y el tratamiento precoz de los factores de riesgo, las enfermedades predisponentes y los síntomas de alarma, así como en la adopción de medidas preventivas primarias y secundarias. Entre las medidas preventivas primarias se encuentran la promoción de la salud cardiovascular, la prevención y el control de la hipertensión, la diabetes, la dislipidemia, la obesidad, el tabaquismo, el sedentarismo y el estrés.

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