QUÉ ES LA FIEBRE 🥵

La fiebre: concepto, tipos, causas y manejo

Definición

La fiebre es un aumento de la temperatura corporal por encima del rango normal, que se considera entre 36.5°C y 37.5°C. La fiebre es una respuesta adaptativa del organismo ante una agresión, que puede ser de origen infeccioso, inflamatorio, tumoral, autoinmune o desconocido. La fiebre no es una enfermedad en sí misma, sino un signo clínico que indica que algo está alterando el equilibrio interno del cuerpo.

La fiebre en sí misma no suele ser motivo de preocupación, a menos que sea muy alta o persistente, o que se acompañe de otros síntomas graves. En el caso de los bebés y los niños pequeños, la fiebre puede indicar una infección grave y se debe consultar al médico si la temperatura es superior a 38 grados . En el caso de los adultos, se debe buscar ayuda médica si la fiebre es superior a 39,4 grados, dura más de tres días, o se presenta con otros signos como dolor de cabeza intenso, rigidez de nuca, confusión, dificultad para respirar, dolor abdominal o erupción cutánea.

Clasificación

La fiebre se puede clasificar según su duración, su intensidad y su patrón. Según su duración, la fiebre se puede dividir en:

Fiebre aguda:

Dura menos de 7 días y suele estar causada por infecciones bacterianas o virales, como la gripe, la faringitis o la neumonía.

Fiebre subaguda:

Dura entre 7 y 14 días y puede deberse a infecciones más prolongadas, como la tuberculosis, la endocarditis o la brucelosis.

Fiebre crónica:

Dura más de 14 días y suele estar asociada a enfermedades sistémicas, como el cáncer, el lupus o el VIH.

Según su intensidad, la fiebre se puede clasificar en:

Fiebre leve: entre 37.5°C y 38°C.

Fiebre moderada: entre 38°C y 39°C.

Fiebre alta: entre 39°C y 40°C.

Hiperpirexia: más de 40°C.

Según su patrón, la fiebre se puede clasificar en:

Fiebre continua:

La temperatura se mantiene elevada durante todo el día, con variaciones menores de 1°C. Se observa en infecciones graves, como la meningitis o la sepsis.

Fiebre intermitente:

La temperatura oscila entre valores normales y febriles, con descensos bruscos. Se observa en infecciones recurrentes, como la malaria o la pioderma.

Fiebre remitente:

La temperatura desciende pero no llega a valores normales, con variaciones mayores de 1°C. Se observa en infecciones respiratorias, como la bronquitis o la sinusitis.

Fiebre ondulante:

La temperatura presenta períodos de ascenso y descenso, con intervalos de apirexia (ausencia de fiebre). Se observa en infecciones crónicas, como la leptospirosis o la fiebre tifoidea.

Síntomas asociados:

La fiebre suele ir acompañada de otros síntomas, que dependen de la causa que la origina y de la respuesta del organismo. Algunos de los síntomas más frecuentes son:

Escalofríos:

Son sensaciones de frío intenso que preceden o acompañan al aumento de la temperatura. Se deben a la contracción de los músculos para generar calor.

Sudoración :

Es la eliminación de líquido a través de las glándulas sudoríparas para disipar el calor. Se produce cuando la temperatura desciende o se estabiliza.

Malestar general:

Es una sensación de debilidad, cansancio, dolor de cabeza, falta de apetito y náuseas. Se debe a la liberación de sustancias inflamatorias que afectan al sistema nervioso central.

Taquicardia:

Es el aumento de la frecuencia cardíaca, que puede superar los 100 latidos por minuto. Se debe al incremento del metabolismo y de la demanda de oxígeno por parte de los tejidos.

Taquipnea:

Es el aumento de la frecuencia respiratoria, que puede superar los 20 respiraciones por minuto. Se debe a la necesidad de eliminar el exceso de dióxido de carbono generado por el metabolismo.

Deshidratación:

Es la pérdida de líquidos y electrolitos por la sudoración, la respiración y la orina. Se manifiesta por sequedad de la boca, piel y mucosas, sed, disminución de la elasticidad de la piel, disminución de la presión arterial y alteración de la conciencia.

Etiología:

La fiebre se produce por la acción de unas sustancias llamadas pirógenos, que son capaces de estimular el centro termorregulador del hipotálamo, que es la parte del cerebro que controla la temperatura corporal. Los pirógenos se pueden dividir en:

Pirógenos exógenos:

Son sustancias que provienen del exterior del organismo, como las toxinas bacterianas, los virus, los hongos, los parásitos o los fármacos. Estos pirógenos actúan sobre los leucocitos (células blancas de la sangre), que a su vez liberan pirógenos endógenos.

Pirógenos endógenos:

Son sustancias que se producen dentro del organismo, como las citocinas, que son moléculas que regulan la respuesta inmunitaria e inflamatoria. Estas citocinas son las que llegan al hipotálamo y elevan el punto de ajuste de la temperatura.

Fisiopatología:

La fiebre se puede explicar mediante el siguiente mecanismo:

Cuando el organismo detecta la presencia de un agente agresor, como una bacteria o un virus, activa la respuesta inmunitaria e inflamatoria, que implica la liberación de pirógenos exógenos y endógenos.

Estos pirógenos llegan al hipotálamo y elevan el punto de ajuste de la temperatura, que es el valor al que el organismo intenta mantener la temperatura corporal. Por ejemplo, si el punto de ajuste es de 37°C, el organismo considera que esa es la temperatura normal y trata de mantenerla. Si el punto de ajuste se eleva a 39°C, el organismo considera que esa es la nueva temperatura normal y trata de alcanzarla.

Para aumentar la temperatura corporal, el organismo pone en marcha una serie de mecanismos, como la contracción de los vasos sanguíneos de la piel, que disminuye la pérdida de calor por radiación; la contracción de los músculos, que genera calor por fricción; y el aumento del metabolismo, que genera calor por oxidación.

Estos mecanismos producen los síntomas de la fase de ascenso de la fiebre, como los escalofríos, el malestar general, la taquicardia y la taquipnea.

Cuando la temperatura corporal alcanza el punto de ajuste, el organismo entra en la fase de meseta de la fiebre, en la que se mantiene la temperatura elevada y los síntomas se atenúan.

Si el agente agresor es eliminado o controlado por el sistema inmunitario, el hipotálamo recibe señales que le indican que baje el punto de ajuste de la temperatura. Entonces, el organismo pone en marcha mecanismos para disminuir la temperatura corporal, como la dilatación de los vasos sanguíneos de la piel, que aumenta la pérdida de calor por radiación; la sudoración, que elimina calor por evaporación; y la disminución del metabolismo, que reduce la producción de calor.

Estos mecanismos producen los síntomas de la fase de descenso de la fiebre, como la sudoración, la deshidratación y la sensación de calor.

Tratamiento:

El tratamiento de la fiebre tiene dos objetivos: tratar la causa que la origina y aliviar los síntomas que produce. Para tratar la causa, se debe identificar el agente agresor y administrar el tratamiento específico, que puede ser antibióticos, antivirales, antifúngicos, antiparasitarios o antiinflamatorios, según el caso. Para aliviar los síntomas, se pueden emplear medidas generales y fármacos antipiréticos. Las medidas generales son:

Mantener una adecuada hidratación, bebiendo líquidos que contengan agua, azúcar y sales minerales, como el suero oral, el agua de coco o las bebidas isotónicas.

Evitar el exceso de abrigo, que puede aumentar la sensación de calor y dificultar la pérdida de calor por la piel