QUÉ ES LA ANEMIA?

 

Anemia: una revisión general

Definición:

La anemia es una condición en la que el número de glóbulos rojos (eritrocitos) o la cantidad de hemoglobina en la sangre es menor de lo normal. La hemoglobina es una proteína que transporta el oxígeno desde los pulmones a los tejidos del cuerpo. La anemia puede causar síntomas como debilidad, fatiga, palidez, mareos, falta de aire y taquicardia.

Clasificación:

Existen muchos tipos de anemia, que se pueden clasificar según diferentes criterios, como el tamaño de los glóbulos rojos, la causa de la anemia, el mecanismo de la anemia o el origen de la anemia. Algunos ejemplos de tipos de anemia son:

Anemia por deficiencia de hierro:

 Es el tipo más común de anemia y se produce cuando el cuerpo no tiene suficiente hierro para producir hemoglobina.

Anemia megaloblástica:

 Es un tipo de anemia en la que los glóbulos rojos son más grandes de lo normal y tienen una forma anormal. Se debe a una deficiencia de vitamina B12 o ácido fólico, que son necesarios para la síntesis de ADN en los glóbulos rojos.

Anemia hemolítica: 

Es un tipo de anemia en la que los glóbulos rojos se destruyen prematuramente por causas inmunológicas, infecciosas, genéticas, tóxicas o mecánicas. Esto reduce la vida media de los glóbulos rojos y provoca una disminución de su número en la sangre.

Anemia aplásica: 

Es un tipo de anemia en la que la médula ósea no produce suficientes glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas. Puede ser causada por factores hereditarios, inmunológicos, infecciosos, tóxicos o idiopáticos. Es una condición grave que puede poner en riesgo la vida.

Anemia de las enfermedades crónicas: 

Es un tipo de anemia que se asocia con enfermedades inflamatorias, infecciosas o neoplásicas crónicas. Se caracteriza por una alteración en el metabolismo del hierro, que reduce su disponibilidad para la producción de hemoglobina.


Epidemiología:

La anemia es un problema de salud pública que afecta a más de 1.600 millones de personas en el mundo, especialmente a los niños, las mujeres embarazadas y las personas mayores. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la prevalencia de la anemia en la población general es del 24,8%, siendo más alta en África (42,6%) y más baja en Europa (9,8%). La anemia por deficiencia de hierro es la causa más frecuente de anemia, seguida de la anemia de las enfermedades crónicas y la anemia megaloblástica.

Diagnóstico:

El diagnóstico de la anemia se basa en la medición de los parámetros hematológicos, como el hemograma, el índice de volumen corpuscular medio (VCM), el índice de hemoglobina corpuscular media (HCM), la concentración de hemoglobina corpuscular media (CHCM) y el recuento de reticulocitos. Estos parámetros permiten determinar el grado de anemia, el tamaño de los glóbulos rojos y la producción de glóbulos rojos en la médula ósea. Además, se pueden realizar otras pruebas complementarias, como el estudio del hierro, la vitamina B12, el ácido fólico, la bilirrubina, la haptoglobina, el test de Coombs, el frotis de sangre periférica y la biopsia de médula ósea, para identificar la causa de la anemia.

Cuadro clínico:

Los síntomas de la anemia dependen de la gravedad, la rapidez de instauración y la edad del paciente. En general, la anemia produce una disminución de la capacidad de transporte de oxígeno a los tejidos, lo que se manifiesta como:

Síntomas generales: 

Debilidad, fatiga, palidez, cefalea, mareos, anorexia, pérdida de peso y disminución del rendimiento físico e intelectual.

Síntomas cardiovasculares: 

Taquicardia, soplos, palpitaciones, angina de pecho, insuficiencia cardíaca y edemas.

Síntomas respiratorios:

 Disnea, ortopnea, hipoxia y cianosis.

Síntomas neurológicos:

 Parestesias, ataxia, demencia, depresión y alteraciones visuales.

Síntomas digestivos:

 Glositis, estomatitis, gastritis, úlceras, diarrea, malabsorción y hemorragia.


Síntomas genitourinarios: 

Amenorrea, disfunción eréctil, oliguria, anuria e insuficiencia renal.

Síntomas hematológicos: 

Petequias, equimosis, sangrado, infecciones y trombosis.

Tratamiento y prevención de la anemia: 

Tratamiento: 

El tratamiento de la anemia depende del tipo, la causa y la gravedad de la misma. El objetivo general es corregir la deficiencia de glóbulos rojos o de hemoglobina, y tratar la causa subyacente. Algunas de las opciones de tratamiento son:

Suplementos de hierro, vitamina B12 o ácido fólico: se administran por vía oral o inyectable para corregir la deficiencia de estos nutrientes que son esenciales para la producción de hemoglobina y de glóbulos rojos. Se deben tomar bajo supervisión médica y seguir las indicaciones de dosis y duración.

Transfusión de sangre: 

Se realiza cuando la anemia es severa y pone en riesgo la vida del paciente. Consiste en administrar sangre o componentes sanguíneos (glóbulos rojos, plaquetas, plasma) de un donante compatible para aumentar el nivel de hemoglobina y mejorar el transporte de oxígeno.

Medicamentos:

Se utilizan para tratar la causa de la anemia, como las infecciones, las enfermedades autoinmunes, los trastornos de la coagulación, el cáncer o la insuficiencia renal. Algunos ejemplos son los antibióticos, los corticoides, los anticoagulantes, los agentes quimioterápicos o los eritropoyetina.

Cirugía: 

Se realiza cuando la anemia es causada por una alteración anatómica o funcional que requiere una intervención quirúrgica, como un sangrado interno, un tumor, una úlcera, una malformación vascular o un bazo agrandado.

Prevención:

La prevención de la anemia se basa en adoptar hábitos de vida saludables que favorezcan la producción y el mantenimiento de los glóbulos rojos y la hemoglobina. Algunas de las medidas preventivas son:

Consumir una dieta equilibrada y variada, rica en alimentos que contengan hierro (carnes rojas, vísceras, legumbres, frutos secos, cereales integrales), vitamina B12 (productos de origen animal, como huevos, leche, queso, pescado) y ácido fólico (verduras de hoja verde, frutas cítricas, aguacate, hígado).

Evitar el consumo excesivo de alcohol, café, té o alimentos que interfieran con la absorción del hierro, como los lácteos, los cereales refinados, el chocolate o la soja.

Realizar chequeos médicos periódicos para detectar y tratar a tiempo las posibles causas de anemia, como las hemorragias, las infecciones, las enfermedades crónicas o los trastornos genéticos.

Donar sangre de forma responsable y siguiendo las recomendaciones de los profesionales sanitarios, para evitar la pérdida excesiva de glóbulos rojos y hemoglobina.

Tomar suplementos de hierro, vitamina B12 o ácido fólico cuando sea necesario y bajo prescripción médica, especialmente en situaciones de mayor demanda, como el embarazo, la lactancia, el crecimiento, la menstruación o el ejercicio intenso.

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